MIAMI, FL.- Al iniciar la recuperación económica global tras la pandemia, una nueva amenaza estará el centro de la mesa de la conferencia anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Washington esta semana: la invasión a Ucrania.
“Éramos muchos y parió la abuela”, podrían decir, a la mexicana manera, los ministros de Hacienda que asistan a la tradicional reunión de primavera.
Sin duda se analizará el tema de la invasión de Rusia a Ucrania como la nueva amenaza al crecimiento económico, sin olvidar que la pandemia no se ha ido, especialmente de China, un país que vuelve a cerrar porque sus vacunas no fueron tan buenas como creían.
El FMI ha advertido que la guerra rusa contra Ucrania está generando inestabilidad en las cadenas de suministro globales, y por lo tanto impacta los precios de las materias primas y de los energéticos.
Lo anterior quiere decir inflación y también implica aumento de la pobreza en algunos países.
Tampoco hay que esperar que los funcionarios del FMI o del Banco Mundial se enfrasquen en alguna declaración política, como la expresada hace unos días por la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en el sentido de que China debe presionar a Rusia para un fin del conflicto.
Cuidarán las formas, lamentablemente.
Lamentablemente, porque era injusto culpar a China por el Covid, pues no hay evidencia de que el virus escapó de un laboratorio con bajos estándares de protección, y en cambio sí hay elementos de sobra para tomar medidas contra Rusia, toda vez que la guerra fue una decisión deliberada que además de matar seres humanos y violar todas las reglas del derecho internacional, golpea a la economía mundial.
En todo caso, el hecho de que el FMI aprobara la cuenta especial de apoyo a Ucrania, sin hacer nada similar para Rusia, indica de qué lado está la institución.
A pedido de varios países miembros del FMI, el directorio ejecutivo del fondo informó del establecimiento de una cuenta administrada para Ucrania, que brinda a los donantes un vehículo seguro para dirigir la asistencia financiera al país agredido.
De acuerdo con el staff del FMI, la situación no pintaba bien desde hace un mes, pues alertaba que las consecuencias económicas ya son muy graves. Los precios de la energía y las materias primas, incluido el trigo y otros granos, han aumentado, lo que se suma a las presiones inflacionarias de las interrupciones en la cadena de suministro y el repunte de la pandemia de Covid-19.
Los crecimientos de precios tendrán un impacto en todo el mundo, especialmente en los hogares pobres, para quienes los alimentos y el combustible representan una mayor proporción de los gastos.
Y advertía que si el conflicto se intensifica, el daño económico sería aún más devastador. Las sanciones a Rusia también tendrán un impacto sustancial en la economía mundial y los mercados financieros, con importantes repercusiones en otros países.
Vamos para dos meses de guerra y el escenario, como previó el FMI, empeora.
Así es que en la reunión de esta semana, que iba a ser una epifanía por la vuelta generalizada (bueno, casi generalizada) a la ruta del crecimiento sostenido, tendrá, otra vez, un tono sombrío.
Para el FMI, “las autoridades monetarias deberán monitorear cuidadosamente el traspaso del aumento de los precios internacionales a la inflación interna, para calibrar las respuestas apropiadas”. E insiste en que “la política fiscal deberá apoyar a los hogares más vulnerables para ayudar a compensar el aumento del costo de vida”.
Malos tiempos.
Pagarán más los que menos tienen.
Especialmente en países que han elegido malos gobernantes.
Source Ucrania, en la reunión de primavera BM-FMI