
Es el momento más conmovedor de cada gala de los Martín Fierro. Y en esta oportunidad, pandemia mediante y con las sucesivas postergaciones, la carga emotiva fue aún mayor. El recuerdo de los que ya no están toca fibras íntimas en cada uno de los presentes y se replica en cada casa por la magia de la televisión. Esa que nos acompaña durante toda la vida, y cuando los protagonistas se van, reciben el merecido homenaje de la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas (APTRA).
Fueron seis minutos y medio por los que pasaron los nombres que nos dejaron en estos dos años, “que ya no están físicamente pero siguen en nuestros corazones”, como bien presentó el conductor Marley. Sobre un fondo estrellado, emergió la figura de Cacho Castaña, fallecido en 2019, entonando las estrofas de “Para vivir un gran amor”, tema de su autoría y pasaporte directo a la nostalgia y la emoción.
En tonalidad blanco y negro, fueron pasando las figuras del espectáculo que nos dejaron, algunas con su partida todavía en las retinas, otras, perdida en los laberintos de la memoria. Y gracias a un nuevo truco de la magia de la televisión, el histórico cantor de tangos fue reemplazado por Soledad Pastorutti, quien de cuerpo presente continuó con la interpretación de la canción. Para vivir, para llorar, para reír, fraseaba la de Arequito, entendiendo lo que pasaba por cada uno de los presentes, mientras recordaban actores, actrices, cantantes, periodistas, autores y diferentes figuras del mundo del espectáculo.
Por su propio peso específico, algunos nombres recibieron más atención del público, como el de Diego Maradona, con su imagen inmortal levantando la copa en México ‘86, o Mauro Viale, con su clásica estampa. Hacia el final, atronaron los aplausos para dos que nos dejaron hace poco y que quisimos mucho, como Enrique Pinti y Gerardo Rozín, cuyo rostro quedó un tiempo más en pantalla y se escuchó su voz en el último agradecimiento con esas palabras de despedida, dichas por el rosarino con el corazón y la voz quebrada, que todavía retumban. “Gracias de verdad. Somos familia”.
También sobre el final llegaron dos nombres especialmente ligados al mundo del espectáculo y al de una de las personas más queridas del país, que también emocionaron a todos. El de José Martínez Suárez, fallecido en 2019, y el de Goldy Legrand, que nos dejó en 2020, los hermanos de Mirtha. Y cuando la cámara abrió el plano y las pantallas multiplicaban la fotografías del recuerdo, la imagen tomó a Susana Giménez, junto a su hija Mercedes y su nieta Lucia, aplaudiendo en trance, con lágrimas en los ojos. El gesto que se repetía en cada una de las mesas. Y enseguida la que apareció en cámara fue Mirtha, absolutamente conmovida, flanqueada por su hija Marcela y su nieta Juana.
Mientras Chiquita bebía un sorbo de agua para recomponerse, Susana se acercó a brindarle su contención. Se sintió en la silla de Juana y abrazó a su amiga entendiendo que eso era lo que necesitaba en el momento. Le dio un beso, le tomó las manos en un gesto inolvidable que representó lo que pensaban todos los que estaban en el salón, los que lo seguían por televisión y por redes sociales.
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