Al día siguiente del baño de sangre, la muerte de 62 pandilleros que conmovió a El Salvador, comenzó la represión.
Antes del amanecer del domingo 27 de marzo y horas después de que el Congreso aprobase un estado de emergencia, unidades policiales y fuertes armadas irrumpieron en el barrio San José El Pino, un bastión de los pandilleros.
Liberados de la obligación de tener que explicar cada arresto y de tener que facilitarles a los sospechosos el acceso a abogados, fueron de puerta en puerta, sacando arrastrados a numerosos jóvenes. Rodearon la zona con alambres de púas y decidieron quién entraba y quién salía, exigiendo identificaciones y revisando a todo el mundo.