“Sacerdotes, consagradas, consagrados y fieles laicos caminamos y trabajamos juntos para testimoniar que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el propósito para el que Dios nos ha creado”. (Papa Francisco en su mensaje con motivo de la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebró en Roma, San Juan de Letrán el pasado domingo 8 de mayo 2022)
En ese mensaje Francisco nos recuerda que «en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 120).
El Papa nos señala que “el Concilio Vaticano II definió a la Iglesia como «Pueblo de Dios» (cf. const. dogm. Lumen gentium, 9; Catecismo de la Iglesia católica, 782).” (Aud. Gral. miércoles 12/6/2013). Cuando decimos “pueblo de Dios” no nos referimos a un pueblo en singular sino al pueblo de Dios Padre por el que Jesucristo derramó su sangre. El pueblo suyo, único y que tiene carácter universal, al que nos invita”.
Claro que para integrar el pueblo de Dios hay que “tener” con qué
Hay que tener capacidad de amar. Cuando el Santo Padre se pregunta “¿Cuál es la ley del pueblo de Dios?” y responde “es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo según el mandamiento nuevo que nos dejó el Señor (cf. Jn 13, 34).”
“Un amor -aclara Francisco -que no es estéril sentimentalismo o algo vago, sino que es reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, acoger al otro como verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos…”.
El mal es una tentación y amenaza permanente
Babilonia en el Antiguo y el N.T. está simbolizada como la gran reina del apocalipsis, “Madre de todas las abominaciones de la tierra” (Ap 17,5). En el curso de los siglos hubo muchas ciudades pervertidas por el Demonio, presas de la violencia, la perversión, la pobreza, la droga, la enfermedad física y mental, la esclavitud del dinero, la corrupción, el mal de la indiferencia y tantos otros males.
Un ejemplo del pasado: la misión jesuítica de Chiquitos en América
Queremos traer aquí la bella historia de la misión de Chiquitos en Santa Cruz de la Sierra (hoy Bolivia) iniciada a fines del siglo XVII por dos misioneros jesuitas: José de Arce y Antonio de Rivas, ejemplo de cómo de la desolación se puede pasar a ser “una familia unida en el amor” y partícipe de la fe de la familia universal de los cristianos.
En la época de la colonia los aborígenes de esa región -como ocurría en otras regiones americanas -eran amenazados de ser “cazados” por los blancos que ejercían el infame comercio de esclavos en el Perú, por los mercaderes del oro y bandeirantes paulistas del Imperio lusitano. En 1691 llegaron ahí los jesuitas que ya llevaban más de un siglo en América.
Los misioneros jesuitas y el espíritu de la fiesta
Después de haber estudiado la lengua de los chiquitanos y de entablar comunicación con ellos, de haber fundado las primeras reducciones y organizado las misiones, advirtieron que un lenguaje que atraía vivamente a los nativos era el de la danza. Con los padres Schmid y Mesner imaginaron celebraciones danzadas y cantadas. Unieron la fiesta y lo sagrado. Entonces, este reducido grupo de misioneros, en lugar de construir armas para defenderse de los enemigos, construyeron casas y capillas. Pero no sólo eso.
Ante el descubrimiento de la particular afinidad de los aborígenes chiquitanos por la música impartieron clases para que pudieran leer e interpretar las melodías de Antonio Vivaldi, Johann Sebastian Bach y otros grandes clásicos barrocos de la época. Se las ingeniaron para producir sus propios violines y violonchelos en los talleres de la Misión y transmitieron el lenguaje musical a los aborígenes. Y cada reducción tuvo un grupo vocal de cuatro integrantes y violinistas que acompañaban las ceremonias sagradas.
La amenaza de las persecuciones y la esclavitud no pudo avanzar, ni explotar ni hacer desaparecer del mapa a los aborígenes. Hoy San José de Chiquitos (Santa Cruz la Vieja) es la capital de la Provincia y cuna de la conservación de su cultura chiquitana. Conserva las construcciones jesuíticas y posee una prestigiosa escuela de música y orquesta sinfónica compuesta de niños que recorren los escenarios internacionales interpretando a grandes maestros y ritmos nativos. La UNESCO sorprendida la declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad. Por conservar -se dijo -intactos sus templos misionales, mantener viva su cultura propia y la heredada de los misioneros jesuitas: San José, San Xavier, Concepción, San Miguel, San Rafael y Santa Ana.
Claro que en 1767 Carlos III -con el mal de la indiferencia cómplice de Gran Bretaña, Francia, Prusia, la Rusia imperial, la nación del Norte por nacer y las burguesías criollas -expulsó a los jesuitas de América!
La lección de los jesuitas: entender el diálogo de la fe y la vida (Carrara)
“Especialmente en las barriadas pobres Dios tiene que ver con la vida concreta, con lo que sucede todos los días: la fe y la vida están en diálogo” -dice el Obispo Auxiliar de Buenos Aires Gustavo Carrara quien vive en la 1-11-14 -”…Dios tiene que ver con la vida concreta y la vida concreta está religada con Dios. No es una fe clericalista, que está pendiente todo el día de qué dicen los obispos o los curas. Tampoco se trata de una fe secularista que dice “Dios es un momento de la semana”, sino que Dios tiene que ver con la vida concreta, con lo que sucede todos los días. La fe y la vida están en diálogo.”
¿No es esa proximidad, el mismo camino de ascenso que ligaba el encuentro terrenal de los jesuitas y los aborígenes ligándolo al encuentro con lo sagrado?
Un ejemplo actual de que “una gran familia no es una utopía”: Obispado de San Justo (Puerta de Hierro, 17 de marzo, 17 de marzo bis, San Petesburgo y 22 de enero)
Tanto o más compleja todavía es la evangelización de la realidad social de las “barriadas” del conurbano bonaerense. Aquí también se hacen presentes el bien y el mal con una trágica evidencia. Sólo que las calamidades del conurbano bonaerense no están representadas por los vendedores de esclavos, explotadores de las minas de oro y plata, ni por bandeirantes paulistanos. Son los narcotraficantes. Pero no sólo ellos: todas las variedades que giran dentro del crimen de la droga: policías, jueces y fiscales venales, intendentes y políticos financiados por los narcos. Los que mercantilizaron la política degradando la democracia. Los indiferentes.
Sin embargo y a pesar del mal del narcotráfico que penetra la política, la justicia y la policía, seguimos pensando con el Santo Padre que “una gran familia no es una utopía”. Nos lo demuestra el Obispo Eduardo García en La Matanza.
Hasta hace 5 años 30 mil familias desarticuladas, abandonadas, a 20 minutos de la CABA con un techo precario o inexistente, carentes de colegio primario, secundario, polideportivo, puesto de salud, estaban sin ningún servicio del Estado, sin nada.
Hoy a pesar de la pobreza y de la pandemia -en algo menos de un quinquenio- el pueblo de las barriadas indicadas que son contigüas, gracias al esfuerzo del grupo de curas y laicos que colaboran y a la comunidad en su conjunto goza de: tres colegios primarios, dos colegios secundarios, dos escuelas de adultos, un profesorado de nivel inicial, primario y educación especial; una escuela de música y un centro de formación profesional, cinco capillas terminadas y dos en construcción, un polideportivo con ocho sedes en ocho barrios, veinte disciplinas deportivas y culturales; la sede central cuenta con un microestadio, un polideportivo y una pileta de natación, una sala de primeros auxilios y atención de distintas especialidades, como pediatría, ginecología, medicina clínica y otras, atención de oficinas de dependencias del Estado (Renaper, Anses, Servicio Social, Acceso a la Justicia, Comisaría de la familia, PAMI, Vacunatorio Covid 19); además la organización El Hogar de Cristo tiene en el predio dos casas de abuelos, Centros barriales y hogares para las mujeres e hijos en situación de calle conteniendo al día de hoy a más de 800 personas y sede de Cáritas.
En efecto, la nueva gestión episcopal y los nuevos curas cambiaron el clima de estas barriadas. En las celebraciones religiosas, en el polideportivo de la Avenida Crovara, donde siempre hay mucha gente, los trámites y las consultas son una ocasión de encuentro y de amistad. Se siente la esencia de la fiesta que es “el sí a la vida” y el “ser en común” que “es, ser con otros”, un sí a la vida que no es el huir de sí mismo y de los otros -como el mal de la droga -sino un encontrarse y afirmar la vida con amor y alegría”.
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