

La inflación en la Unión Americana no tiene una causa única y, por ello, abundan las recetas para curarla. Todos están de acuerdo con que la disparó la suspensión de actividades económicas con la que se enfrentó la pandemia del Covid.
Sin embargo, algunos señalan que esa circunstancia no hubiera tenido consecuencias tan catastróficas si las cadenas de suministro y distribución hubieran sido resilientes. Para cuidar los costos, todo camina “justo a tiempo” y no hay espacio para imprevistos. Además, está tan concentrada la producción (como la de microchips y contenedores) y el transporte (como las navieras y puertos), que cualquier contratiempo se convierte en un problema mayor. De haber habido más competencia, no hubieran escaseado elementos clave ni hubieran subido tanto los fletes.
Más difícil de prever fue el cambio en la preferencia de los consumidores. Aunque venían utilizando cada vez más el comercio electrónico y ya habían puesto en crisis a los grandes centros comerciales, de la noche a la mañana dejaron de gastar en servicios e hicieron compras irreflexivas que vaciaron los inventarios, precisamente cuando no podían reabastecerse.
Desde hace años, el mercado laboral está presionado. Durante el gobierno anterior se logró abatir el desempleo, pero los ingresos de los trabajadores no mejoraron y las condiciones laborales están cada vez peor. Eso explica que estibadores, choferes y almacenistas prefirieran quedarse en casa; sus flacas compensaciones no ameritaban arriesgarse al contagio. Empresas que se habían opuesto a subir el salario mínimo, ahora están pagando hasta el doble que antes, alimentando la inflación. Otras están estimulando el trabajo en casa, fomentando el desempleo del personal auxiliar de oficina.
También se culpa a la avaricia corporativa. Ha habido consolidaciones gigantescas, sobre todo en el sector de tecnología. Empresas como Walmart y Amazon tienen tanto poder de mercado que pueden fijar los precios a su conveniencia.
El gobierno claramente cometió errores. Las nuevas regulaciones ambientales redujeron la producción de petróleo y gas antes de impulsar su sustitución por energías limpias. De ser autosuficiente y exportador neto, el país pasó a depender, otra vez, de importaciones caras.
Joe Biden calculó que las presiones inflacionarias serían pasajeras y propuso un plan de rescate exagerado. Puso en el bolsillo de los americanos tantos dólares que muchos dejaron de trabajar y gastaron a lo loco. Con la economía sobrecalentada, no tuvo reparo en seguir adelante con su plan de infraestructura, lleno de concesiones a políticos locales, pero con poca lógica estructural. Intentó luego sacar adelante su programa de gasto social y ambiental, pero los mismos miembros de su partido lo frenaron.
La inflación ya se integró a las expectativas de los empresarios y de los trabajadores; la carrera precios-salarios se volvió autosostenible. Las sanciones a Rusia y el rebrote del Covid en Asia han empeorado el panorama. Vienen las vacaciones de verano: el gasto en servicios y el consumo de gasolina aumentarán.
AMARGA MEDICINA
Como pasó en los 70, los funcionarios de la Casa Blanca no quieren aplicar la terapia de choque que es necesaria. Saben que tendrá efectos políticos desastrosos para ellos. Pretenden seguir prescribiendo analgésicos, presentarse como compasivos, sin importar que, al final, se dañe a los más desprotegidos.
Están liberando de la reserva estratégica un millón de barriles de crudo al día, en lugar de aflojar un poco las regulaciones ambientales para incrementar la producción doméstica. Están dando concesiones onerosas a los sindicatos portuarios, en vez de impulsar una reestructura completa de ese sector.
Muy poco hacen para impulsar la oferta agregada. Sin reducir los aranceles a las importaciones y las compras de gobierno exclusivamente a productores domésticos, no mejorará la competitividad y, por ende, los precios.
Con mucha cautela, la Reserva Federal está subiendo las tasas de interés. Al limitar la capacidad de la gente para demandar bienes o servicios, y al incentivar el ahorro en vez del consumo, la inflación irá desapareciendo, pero el riesgo de caer en recesión es muy alto.
Steve Forbes piensa que esa medicina no va a funcionar ahora. En un libro que está escribiendo (Inflación), el magnate de los medios considera que la Fed ha creado una cantidad excesiva de dinero, por lo que debe reducir su tenencia de bonos y abandonar la recompra inversa. Si deja flotar las tasas de interés (no controla el precio del dinero), puede estabilizar el valor del dólar sin inducir una recesión.
Source Recetas